Aniana en Belice

Aniana ha estado en Belice en Agosto 2018 y nos ha enviado esta crónica


Aventura en Belice

 

Se acercaba el verano y del mes de vacaciones sólo tenía clara una cosa: necesitaba pasar tanto tiempo en el agua hasta que me salieran escamas. “Participa en nuestro programa de conservación marina en una isla privada de Belice.” El anuncio acompañado de una fotografía paradisíaca me hizo la boca agua. “Desarrollado por una organización británica de voluntariado verde y especializado en la protección de los manatíes del Caribe, puedes aprender a bucear con nosotros”. ¿Y si es éste el momento de aprender a bucear en Zaragoza? No voy a embarcarme en una aventura de casi 9.000 kilómetros para averiguar si soy capaz de sumergirme. Así encontré en internet el curso de CBZ de junio, que resultó venir acompañado de una fantástica inmersión en esta gran familia azul. Al retomar la idea del proyecto en Belice surgieron más dudas: ¿Será una secta secuestra voluntarios? ¿Me atacará el pez león? ¿Y qué pasa si se me acerca un tiburón y no controlo la flotabilidad? Belice… ¿será tan peligroso? La conversación con Abril, las llamadas a Londres y a otras organizaciones que colaboran con GoEco, mi amiga Laura que visitó Belice en su luna de miel y un largo café con Esteban me infundieron el ánimo que me faltaba para lanzarme a la aventura.

 


 

Autobús de Zaragoza a Madrid, vuelo de Barajas a Washington-Dulles, otro de Washington-Reagan a Houston, el último de Houston a Belice. La directora del proyecto esperaba en el aeropuerto para acompañarme en el recorrido en coche por las calles de Belice ciudad (nada recomendable para pasear), el water-taxi de 50 minutos hasta la isla Cayo Caulker, y desde allí conducir el bote rumbo a la deshabitada zona Norte donde entre manglares se erige el campamento de Frontier. Las vistas recompensaron mi esfuerzo desde el primer minuto: a las playas de arena blanca y palmeras se sumaban las aves (hasta 600 especies diferentes hacen las delicias de ornitólogos de todo el mundo) y lo mejor estaba por ver. El mundo submarino de Cayo Caulker, San Pedro y la reserva marina de Hol Chan me han dejado impresionada: estoy segura de que la concentración de vida marina por litro cúbico es muy superior a la permitida en la normativa de acuarios y peceras, tal cantidad se consideraría hacinamiento. Peces amarillos, azules, pez aguja transparente, pez trompeta, jacks que se acercan a la cara, tarpones, tiburones nodriza, langostas, erizos, rayas que planean esquivando bañistas. En varias ocasiones me cubrí la cara creyendo que alguno de estos animales iba a impactarme pero sólo recibí porrazos de otros esnorqueleros, las rayas parecían divertirse calculando los espacios para cruzarse entre nosotros. Pude comprobar que los animales lo tienen clarísimo; no necesitan GPS, normas de circulación ni calles limitantes para respetar y respetarse en su espectacular despliegue subacuático.

 






 

La vida en el campamento empezaba muy temprano, a las cuatro de la mañana el gallo Trump empezaba a desgañitarse hasta que conseguía sacarnos a todos de las literas a las cinco (creo que junto a los mosquitos es lo único que no echo de menos). Un escueto desayuno y al bote: esnórquel en el arrecife de coral donde me hablaron del coral duro, blando o cerebro y su estado de conservación, de los usos y costumbres de las tortugas, aprendí a reconocer alguno de los 85 tipos de peces que contabilizan y clasifican por tamaños en cada inmersión, a identificar cada manatí por la forma de su cola y registrar su comportamiento, a reconocer el sexo de la langosta caribeña, los tipos de manglares y su peculiar forma de desalinizar el agua, la toma de medidas y muestreo de praderas marinas (cuántos tallos podemos contar en un pie cuadrado, la altura media, si está mordisqueado por las tortugas o los manatíes), el estado de los muelles y la vida marina que los puebla. Me esforcé y entendí lo que pude en un inglés salpicado de mar y sin tener formación previa en la materia. Muy concienciados los isleños del equilibrio necesario entre el desarrollo turístico y la conservación del medioambiente (si talamos los manglares la población de langosta caribeña disminuye drásticamente y con ella el sustento de los pescadores, si no cuidamos las praderas marinas las tortugas no pueden alimentarse y nosotros tampoco) han llegado a un acuerdo entre el Gobierno, el Departamento de pesca y las organizaciones ecologistas para dividir la parte Norte de la isla hasta ahora en estado semisalvaje en tres áreas: reserva natural, zona de explotación pesquera y urbanización turística con su arena blanca (una vez talados los manglares), esbeltas palmeras y el muy necesario rociado anti mosquitos. No sé cómo convive este plan con el de conservación del cocodrilo que contabilizó 55 ejemplares en el último estudio; yo por si acaso limité mi ingesta de líquido para evitar salir al baño de noche y aprendí a enfocar con el frontal la superficie del agua por si localizaba el destello de dos ojos acechantes (así no vi un cangrejo que afortunadamente estaba más despierto que yo y escuché apartarse de mi camino).

 



18.8.2018: San Pedro (Belice) Inmersión Tackle Box, 21 metros, 30 grados centígrados. Fui la primera del grupo en entrar al agua en mi primera experiencia de borda baja desde un barco en movimiento. Mi cabeza bullía para retener toda la información: el aire de la botella son unos 3.000 psi y se avisa el 1.000 con un dedo en el antebrazo (tantas veces lo marqué que el guía creía que había una barracuda y se giró inquieto buscándola), 600 sería el equivalente a nuestro 50 y se marca con un puño en el pecho, el ok cuando caes al agua se marca con un puño en la cabeza. Me tranquilizó comprobar que insistían en la parada de seguridad 3´-5m y la señal coincidía exactamente con la aprendida en Zaragoza. Formaba dúo con Annabel siguiendo a la pareja de holandeses y Joseph el buzo de seguridad (de color destacado, esta vez no podía equivocarme) se encargaba de cuidarnos. Cuando en la parada de seguridad sentí que mi ascenso no cesaba agarré con fuerza su mano y él alargando la otra pudo pasarme un peso del instructor para estabilizarme.

Los tiburones nos escoltaron desde el principio al final. Parecían disfrutar de nuestra compañía, seguir un instinto de guía y protección navegando a nuestro lado o por debajo (observar el movimiento de sus cuatro agallas era hipnótico). Después de comprobar que mi manómetro estaba bien, que tenía localizado el octopus, que los pesos estaban asegurados en los bolsillos (de repente me asusté al verme en el agua sin cinturón, es lo que tiene que te lo den todo hecho), desplegué la bandera delante de un tiburón y Annabel hizo la señal de muerte señalando a la cámara. Al disgusto inicial siguió alivio, hemos practicado para conocer la señal pero al menos no se refiere a su propio aire. Mathew el guía marcó una tortuga que nos deleitó, son difíciles de ver en esta estación, una barracuda gigante y el invasor pez león escondido entre las rocas. La visibilidad y las vistas increíbles. Para subir al barco seguimos el mismo orden, así que me acerqué para que el patrón Armando cogiera el chaleco desde arriba y después solté las aletas antes de subir por la tambaleante escalera. Qué buen invento la biodramina!




18.8.2018: San Pedro (Belice), Inmersión Esmeralda, 20 metros, 30 grados centígrados. Descenso en caída libre de 18 metros a un banco de arena donde me esperaban dos tiburones y Hanna con la cámara. Me tentó la prisa por conseguir una buena foto, pero siguiendo el lema de la isla “Go slow” y las enseñanzas CBZ me tomé el tiempo necesario para compensar bien aunque cuando llegué al fondo los tiburones ya no estaban posando. Eso sí, esperando al resto de compañeros pude mirar hacia arriba y disfrutar de la sobrecogedora sensación de formar parte del fondo marino y estar cubierta por una masa de agua tan inmensa.

De esta inmersión recuerdo momentos especiales de interacción con la vida marina. Algunos peces picoteaban distraídos, otros disfrutaban de un momento distendido en el fondo mientras otros los limpiaban: observar la delicadeza de sus movimientos y la velocidad de los aleteos es todo un espectáculo. La consigna del buen buzo es mirar pero no tocar; con lo que no contaba es con que inevitablemente al pasar eres visto, no es posible pasar inadvertido. Un pez amarillo se acercó a mirarme la cara con curiosidad, un pez ardilla muy tímido se colocó de lado al sentirse observado (su perfil era casi transparente, todo ojos), la gigante barracuda lanzó una expresión amenazante, el manatí afable casi sonriente me asustó al iniciar la maniobra de ascenso a la superficie para respirar cuando estaba colocado debajo de mí; con semejante tamaño me aparté sin esperar a comprobar si me esquivaría como las rayas. De nuevo tiburones, un banco de peces amarillos preciosos, pececillos azul intenso, dos o tres gigantes peces oscuros. El recorrido de Esmeralda por un entorno de paredes verticales cubiertas de coral e infinidad de vida es muy espectacular.




23.8.2018: Cayo Caulker (Belice) Inmersión Ragedy Ann, 22 metros, 29 grados centígrados.
Las dos inmersiones de este día fueron en el arrecife de coral local a escasos minutos en barco de Cayo Caulker. Enseguida aprendí a identificar y alejarme de los ejemplares de pez león mientras Julian el guía los atravesaba. Pescadores y buceadores tienen encomendado ensartar con lanza a cualquier pez león que encuentren en su camino, es una especie invasora que destroza el coral y pretenden aniquilar. Algunos los cocinan (Armando el patrón de la embarcación ya era inmune a sus picotazos y se había hecho un gourmet del pez león después de tantos) pero casi siempre dejan el cadáver en una oquedad para que otros peces lo coman, nunca se lo ofrecen directamente para evitar que asocien a los buzos con una fuente de alimento.

En el recorrido encontramos una morena en todo su esplendor, una langosta caribeña oculta en la cueva, una barracuda tan grande que podía pasar por submarino (comprobé el profundímetro: yo estaba a casi 70 pies y ella unos 5 metros por debajo). También un diminuto calamar violeta que avanzaba como un dibujo animado. En la intensidad de los verdes, azules y amarillos pueden reconocerse los colores caribeños que inspiraron a Gauguin en sus pinturas, y el lila iridiscente fue el protagonista absoluto del día. El horario vespertino de estas dos inmersiones lo intensificó, igual que la jornada de esnórquel en un día de mucho viento nos permitió disfrutar de una amplitud de movimientos espectaculares en los corales. Es fantástico poder repetir una inmersión y encontrar otro paisaje tan diferente en ese mismo lugar.


23.8.2018: Cayo Caulker (Belice) Inmersión Rock Beauty, 21 metros, 29 grados centígrados.
El briefing explicaba que nuestro recorrido discurría perpendicular al arrecife. Así se alternaban barrera de coral, pequeño río de arena, barrera de coral, pequeño río de arena, barrera de coral, enorme río de arena. Primero me sentí en los cañones de Guara, después en Zaragoza sobrevolando el Ebro entre termoclinas. En la inmersión sólo me acompañaban el guía Julian y Clara, una experta buceadora francesa que siempre guardaba cierta distancia. Tanto que me llevé un par de sustos cuando mi educación CBZ me recordaba al compañero y no la veía. Agobiada di una vuelta completa sobre mí misma para localizarla, qué preocupación, si yo soy la inexperta. Decidí relajarme: sólo tengo que revisar mi presión y marcar ok mientras tenga más de 1.000 psi, dejar de apretar el regulador que lo voy a romper y practicar para imitar la pose ortodoxa con las manos enlazadas de mis compañeros. Esto está muy bien, pero lo que realmente me apetece… Aproveché el descuido de ambos para abrir de par en par brazos y piernas como el hombre de Vitrubio de Leonardo da Vinci, qué placer!!! Sentirse suspendido en medio de esa masa de agua mansa que te soporta y mece con suavidad.
Los isleños deben de tener ya su propia versión del chiste: “Llevábamos en el bote un inglés, un francés y un español” pero en versión femenina. Un porcentaje altísimo de mochileras y aventureras que he conocido eran mujeres. Isabel, una francesa que estaba recorriendo América Latina durante todo un año con sus hijos de 13, 11 y 9 años; empezaban la mañana con una conexión vía Skype con el padre y mientras los niños hacían los deberes en el ordenador la señora salía para organizar las excursiones del día siguiente. Clara que terminaba en Belice su aventura por Centroamérica, la londinense Greta que había pasado en África el verano anterior, Claudia que con 17 años ya disfrutaba de su segunda experiencia de voluntariado en el extranjero (la primera en un monasterio tibetano) o Dagny, la chipriota que sigue surcando a diario las tranquilas aguas caribeñas a los mandos de su sencillo bote.Difícil resumir dos semanas de intensas experiencias en unas líneas, y más todavía acompañarlas de imágenes sin tener cámara de fotos subacuática (ya he puesto remedio y me he inscrito al próximo curso de la Federación). He querido aprovechar la oportunidad que me brindó Esteban para revivir en la escritura esta experiencia y compartirla con vosotros que de una u otra manera la habéis hecho posible. Un fuerte abrazo a todos los aventureros y aventureras que se esfuerzan cada día para hacer del planeta un lugar mejor para todos, y a seguir buceando.





Aniana Jaime Latre